Cada cierto
tiempo políticos y periodistas, y por consiguiente la opinión pública,
desempolvan ese conflicto infame que tiene forma de Peñón y que dura ya más de
tres siglos. Las razones para rescatar transitoriamente del olvido esta
contienda suelen tener por desencadenante o bien el enésimo agravio acometido
contra España, o bien como arma política, tanto si es para taparse las
vergüenzas de uno mismo como si es utilizada a modo de arma arrojadiza contra
el rival político de turno.
En otras
ocasiones las causas para sacar a la palestra el problema de Gibraltar han sido
heterogéneas; el permiso para competir internacionalmente en competiciones
deportivas, la reparación del submarino nuclear Tireless, el tercer centenario
de la colonización inglesa, o los vertidos ocasionados por el New Flame son a
modo de ejemplo algunos de los motivos que han vuelto a poner en primera plana
a Gibraltar durante los últimos años.
La hoja de
ruta cada vez que se destapa nuevamente este problema suele ser muy parecida,
todo se inicia con un problema puntual como anteriormente hemos señalado, después comienzan a correr ríos de tinta,
primero explicando los motivos históricos, después el impacto social,
económico, medioambiental de las políticas del gobierno colono de Gibraltar, y
por último explicar las diferentes posturas entre los partidos políticos
españoles para buscar una solución que nunca llega, todo ello antes de
enterrarlo como un insignificante problema hasta que se vuelve a iniciar el
ciclo.
Sin entrar en
muchos detalles históricos, vale la pena destacar algunos hechos significativos.
El comienzo de esta disputa se inicia en la guerra de sucesión española, la que
en mala hora ganaron los Borbones, en ella los ingleses toman el Peñón en
nombre del archiduque Carlos pretendiente a la corona española. Finaliza la
guerra, y se firma el tratado de Utrecht,
tratado que intentan hacer servir los británicos para legitimar su
soberanía pero cuya vigencia es cuestionable, y que la reiterada violación de
dicho tratado e interpretación tendenciosa por parte de los británicos es
denunciable. Con todo, se puede envidiar a los ingleses que con sus argucias y
felonías, y su política de hechos consumados cimentada tanto en su poder
militar como en su lineal y continuada estrategia política a lo largo de los
tres últimos siglos frente a la debilidad y vacilante estrategia española, han
hecho valer su soberanía sino con la razón si con la fuerza.
Con todo, la
ONU crea en 1961 El Comité Especial de Descolonización encargada de impulsar el
proceso de descolonización de los 80 territorios no autónomos bajo
administración de potencias coloniales, con el fin de poner fin al
colonialismo. Hoy en día sólo quedan por
descolonizar 17 de esos 80 territorios, dónde Gibraltar sigue siendo el único situado
en territorio europeo. Esta sigue siendo una de las mejores bazas españolas
para reclamar Gibraltar.
Pero el Peñón
no es ni por asomo únicamente un problema histórico, es un problema actual que
afecta gravemente a la economía y sociedad española. Gibraltar es un paraíso
fiscal, dónde a pesar de tener menos de 30.000 residentes hay más de 60.000 empresas
inscritas, una relación escandalosa que tiene como fin la evasión de impuestos
a través de sociedades opacas y de la falta o nula información que ofrecen las
autoridades colonas de Gibraltar cuando esta es requerida por el gobierno
español. Está evasión de impuestos genera a la postre un auténtico robo de
cientos de millones de euros a las arcas españolas año tras año.
Gibraltar es
también un importante punto de contrabando internacional, por un lado existe el
tráfico de armas y drogas, y por otro mucho más extensivo el del tabaco, en el
que se cifra que cada año se introducen ilegalmente en España 18 millones de
cajetillas de tabaco desde el Peñón donde el precio de un cartón es la mitad de
barato, un negocio suculento del que se lucra tanto la mafia gibraltareña como
la deprimida población de la Línea de la Concepción.
La disputa de
la soberanía de las aguas, que no viene recogida en el tratado de Utrecht,
genera al menos dos grandes problemas, primero con motivo de la pesca, el
continuo hostigamiento a los pescadores españoles por parte de las autoridades
gibraltareñas que ha tenido su punto culminante este mes con el lanzamiento
ilegal de bloques de hormigón para impedir que los pesqueros españoles puedan
faenar en las aguas de la bahía. El segundo problema viene derivado del
repostaje de barcos en gasolineras flotantes, en un lugar donde se da la
coyuntura del bajo precio de Gibraltar en el fuel debido a su condición de
paraíso fiscal y el lugar estratégico que es la bahía de Algeciras por dónde
transitan más de 100.000 barcos al año, está practica ocasiona multitud de
vertidos en el litoral del Campo de Gibraltar, con su consiguiente negativo impacto
medioambiental, a los que podemos sumar el conocido caso citados anteriormente
del New Flame.
Por último, es
relevante citar el caso de los miles de personas que residen oficialmente en
Gibraltar pero que viven en realidad en la Línea, San Roque o en multimillonarias
urbanizaciones en Sotogrande en los que disfrutan de los servicios públicos
españoles mientras pagan sus impuestos en Gibraltar.
Desde Indalum
1.489 reclamamos la descolonización de Gibraltar y la devolución al territorio
nacional, no sólo amparados por cuestiones históricas, sino para cercenar el
negativo impacto social, económico y medioambiental que ocasionan el gobierno
pirata de los colonos británicos en los intereses nacionales, y por todo ello
exigimos una táctica conjunta de todas las autoridades españolas y sus
diferentes gobiernos con la que presionar tanto local como internacionalmente
con todas las herramientas disponibles y
con la agresividad que sea necesaria durante tiempo indefinido para poner fin a
tres siglos de pirateos, humillaciones y robos.