El tiempo apremiaba con unos 25 grados acompañados de una
ligera brisa, aun nos recordaba que el verano aún no se había terminado de ir
del todo. Y no es de extrañar que por estas fechas se pueda disfrutar de un
clima tan peculiar, puesto que la zona de Cabo de Gata es uno de los pocos
parajes protegidos constituidos por una formación de origen volcánico. Constan
sus 63 km de costa entre los que se encuentran una gran cantidad de acantilados
y fondos marinos considerados entre los de mayor calidad en el litoral
mediterráneo español.
Se cuenta entre las gentes de esta zona la procedencia del
nombre del Arrecife de las Sirenas, al silbido que se produce al golpear el mar
a las rocas donde los marineros creían escuchar un mágico cantar de sirenas y
acudían apresurados a su encuentro, cayendo en la mala fortuna de encallar y
hundir sus barcos al tocar con la parte baja de sus naves, el arrecife.
Iniciamos el camino desde el inmenso faro para iniciar un
descenso hasta donde se forma el inicio del arrecife por el cual iniciaríamos
el recorrido por las rocas. A pesar de no ser un gran recorrido, nos llevó gran
parte de la mañana, alzando el mediodía debido las formaciones del arrecife que
rozaban lo intransitable y a las paradas que hacíamos en diferentes enclaves
para disfrutar de las vistas que nos regalaban. Tras atravesar todo el arrecife
llegamos a la zona de Cala Cortada donde aprovechamos para comer y finalmente
emprender el camino de vuelta por un recorrido hasta el punto de partida.
Aprovechamos este espacio para animar al resto de almerienses
y el resto de españoles, el conocer y a respetar los entornos únicos del Cabo
de Gata de una manera cívica frente a la masificación descontrolada la cual se
ven nuestros parques naturales en épocas veraniegas.